¿Te atreves a viajar en la máquina del tiempo?


Foto: Esperanza Goiri


Por Esperanza Goiri


Una de las mayores fantasías de la humanidad ha sido la de viajar en el tiempo. Reflejo de esa inquietud son películas, libros de ficción, sesudos ensayos científicos y proyectos, más o menos imposibles, defendidos por charlatanes y visionarios de diferente pelaje.

Podemos citar como ejemplos de personajes que sí han conseguido viajar en el tiempo, al avaro y gruñón Scrooge en El cuento de navidad de Charles Dickens que, a través de los espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras tiene la oportunidad de cambiar su existencia. A Marty Mcfly, en Regreso al futuro, luchando a brazo partido para conseguir que sus padres se enamoren y poder garantizar su futura existencia.
La protagonista de Peggy Sue se casó, que tras un misterioso desmayo despierta en el mismo lugar pero 25 años antes, y tendrá que utilizar su experiencia vital para rectificar sus errores. O la reciente serie española El ministerio del tiempo, en la que unos funcionarios muy peculiares acceden, a través de puertas, a diferentes épocas para garantizar que la historia de España no se manipule y sea tal y como la conocemos.

La primera vez que se habla propiamente de una “máquina del tiempo” es en la novela, del mismo título, de Herbert George Wells, publicada en Londres en 1895. Es una obra de ficción en la que el protagonista, un científico del siglo XIX, descubre los secretos de una “cuarta dimensión” y construye un vehículo que le permite viajar físicamente a través de ella.


La pregunta clave es: ¿Se puede viajar realmente en el tiempo? Según un reciente estudio de los físicos Igor Smolyanivov y Yu-Ju Hung, de la universidad de Maryland, que han simulado el nacimiento del universo empleando materiales avanzados que pueden doblar la luz de formas inusuales, se ha llegado a la conclusión de que viajar al futuro es casi imposible debido a que el tiempo no puede doblarse sobre sí mismo y deshacer los acontecimientos que ya han sucedido. El nuevo material creado sugiere que lo más probable es que nunca sea posible. Otros físicos disienten y opinan que todavía hay muchas incógnitas sobre el universo y que se pueden imaginar escenarios, aún por descubrir, en los que sí sea factible transitar a otras épocas.

Las teorías de la Relatividad General y Especial de Albert Einstein, la de “los agujeros tubulares” o “de gusanos” que algunos consideran como atajos en el tiempo, son entre otros, interesantes experimentos del pensamiento, que si bien, de momento, no resultan aplicables a objetos reales, se basan en sólidos conceptos científicos para explicar la movilidad de la materia en el tiempo.

Pero olvidemos la ciencia y la física, más propias de otros foros, y déjate llevar. Observa bien la foto de la “máquina del tiempo” que acompaña al artículo, imagina que subes esos escalones, abres la puerta de cristal, te arrellanas en el sillón y agarras con tus manos la palanca de mando. ¿En qué sentido la moverías? ¿Al pasado? ¿Al futuro? O ¿tal vez la soltarías con suavidad y, discretamente, harías mutis por el foro?

Muchos verían la oportunidad de su vida. Quién no ha fantaseado con la posibilidad de asistir de primera mano a algún acontecimiento histórico, científico, deportivo o cultural del pasado. Esos hechos que cuando los ves reflejados en películas, libros de historia, fotografías…, piensas: ¡Cómo me hubiera gustado vivir ese momento! Poder estar en la Pinta cuando Rodrigo de Triana gritó el mítico: “Tierra a la vista”, participar de los secretos de los arquitectos egipcios en el diseño de las pirámides, posar para Leonardo, Goya, Rembrandt, Monet… recorrer la gran muralla china, en su última reconstrucción, durante la Dinastía Ming, presenciar en Grecia los primeros Juegos Olímpicos, dar saltitos con Armstrong en la luna, asistir a la primera proyección de los Lumiere en el salón Indien del Gran Café de París, llorar con Boabdil la pérdida de Granada, conocer a Jesucristo, Buda o Mahoma, ayudar a Gutemberg a crear los primeros “tipos móviles” en su imprenta, fumar con Gerónimo la pipa de la paz, subir al faro de Alejandría… las posibilidades son infinitas según los intereses y gustos de cada uno.

Puede que alguien decida viajar al pasado para resolver asuntos de índole más personal e íntima: vengar una afrenta, resolver un conflicto, echar una mano a quien se le negó en su momento, subir en aquel tren que se dejó pasar, decir sí cuando se dijo que no… o simplemente volver a ver a alguien muy querido y poder compartir una velada, un café, un baile… Cómo dice una canción de Manuel Alejandro : “Lo que haría porque estuvieras tú, porque siguieras tú conmigo”.

Otra posibilidad es viajar al futuro. Sin duda, es muy tentador. Siempre intriga saber qué nos depara el futuro, cómo será el mundo qué nos tocará vivir, tener la certeza de que tomamos las decisiones correctas o llevarnos una sorpresa con una circunstancia que nunca se nos hubiera pasado por la imaginación que nos tocaría vivir. Calibrar, en función de lo qué veamos, los cambios a introducir en nuestro presente, aprender a mordernos la lengua o vencer el miedo y embarcarnos en esa aventura, aparentemente descabellada, que el futuro nos demuestra que era pertinente. Tal vez no nos guste lo que veamos o, tal vez sí, pero nadie saldrá indemne del trayecto.

Quizá alguien pueda pensar que los que no se atreven a viajar en esta “máquina del tiempo”, es gente sin sangre en las venas, conformistas o tibios que se amoldan a su presente sin más. Puede que los haya, pero también habrá muchas personas en paz con su pasado y esperanzados con su futuro; que afrontan con serenidad su realidad actual, que están satisfechos con su momento vital y no sienten la necesidad de embarcarse en periplos intemporales.

La decisión de viajar en el tiempo, como ejercicio mental, es muy personal y no soy quien para animar o disuadir a nadie. Se trata de soñar, fantasear, divagar… Sólo puedo decir a los que se lancen, que como advierte el proverbio chino: “Ten cuidado con lo que deseas porque podría hacerse realidad” y, por supuesto, desearles bon voyage.

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