Chaves Nogales aflora

Por José María Ruiz y Juana Celestino




Manuel Chaves Nogales toma notas a los testigos presenciales del asesinato de un cura en octubre de 1934, en Sama (Asturias). Foto: REVISTA AHORA

Manuel Chaves Nogales
Sevilla 1897 – Londres 1944. Periodista

Manuel Chaves Nogales nació en el tránsito intergeneracional, fue hijo de la generación del 98. Dado a las letras en los rotativos (el periodismo como gran cuna de escritores), loado en medida y olvidado por mor de coerciones políticas. Fue un periodista criado en conciencia de periodista, su padre era redactor de El Liberal; toma alternativa en 1918 en El Noticiero Sevillano, al que sigue La Noche; cultivado da el gran salto a Madrid (1922), allí será redactor de El Heraldo, y bajo la supervisión del gran maestro César González Ruano alcanzará la madurez.
También colaboró con La Estampa y La Gaceta Literaria. Para alcanzar rango de director en el año 1931 en Ahora. Su posicionamiento político (partidario de Manuel Azaña, mordaz crítico de Goebbels y editorialista a favor de la II República) derivó en el exilio tras la Guerra Civil.

Su pasión por la aviación y el peregrinar le reportó páginas brillantes en la literatura, véase el premio Mariano de Cavia concedido en 1927 por su reportaje/entrevista sobre la llegada de la aviadora Ruth Elder a Madrid, la biografía que publicó sobre el torero Juan Belmonte en 1935 o las crónicas de los viajes que realizaba, publicados en El Heraldo. Chaves tenía un aire aventurero, comprometido, romántico y con cierto aire bohemio y familiar a la vez.  Entre 1927 y 1934, realizó numerosos viajes. Alcanzó su madurez profesional escribiendo reportajes que se recogieron en su obra La vuelta a Europa en avión. Estas crónicas son un análisis de la situación de la URSS tras la Revolución Bolchevique o el  surgimiento de los fascismos. Es cuando realiza una entrevista a Goebbels, Ministro de Propaganda de Hitler, y presagia  los aires de tragedia que aleteaban en el aire.
En 1931 asumió la dirección del diario Ahora,  que bajo su dirección llegó a ser el diario de mayor tirada de la prensa republicana. En este medio colaboraron las mejores firmas literarias del momento: Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Gómez de la Serna, Valle-Inclán, Azorín…Apoyó públicamente al gobierno de la República y realizó entrevistas a Manuel Azaña, Lerroux, Largo Caballero o Alcalá Zamora.

Es por estas fechas cuando realiza en París una entrevista al bailaor flamenco Juan Martínez. Asombrado por las peripecias que este le narra las volcó en la obra El maestro Juan Martínez que estaba allí, a través de la cual hace un análisis en tono humorístico sobre la revolución Rusa.
En 1935 se publica la obra de Chaves Nogales que más ediciones ha conocido: Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañasconsiderada una de las mejores biografías escritas en España durante el siglo XX.
 A sangre y fuego, 1ª ed. Ercilla, Chile, 1937


En 1936, al estallar la Guerra Civil, se puso al servicio de la República y siguió trabajando como periodista hasta que el gobierno abandonó Madrid. En plena tragedia, siguió a Azaña en el exilio, primero en Valencia, después en Francia, donde participó en las tertulias de París con los huidos de la carnicería, Marañón, Baroja, Azorín, Ortega. Comienza a colaborar con la prensa francesa y latinoamericana, al tiempo que puso en marcha una publicación sobre la actualidad española dirigida a los exiliados republicanos. En 1938, aparecieron en la prensa una serie de relatos que se publicaron bajo el título A sangre y fuego. HéroesBestias y Mártires de España, un alegato contra las brutalidades de la guerra, un desafuero tanto de un bando como del otro.

El fin de la Guerra Civil conllevó el inicio de la II Guerra Mundial. Perseguido en Francia  por la Gestapo huyó hacia un nuevo exilio en Inglaterra, enviando de nuevo a su familia a España. Tamaña vivencia tomó cuerpo en el libro La agonía de FranciaEn Londres fundó una agencia, escribió artículos para los periódicos de Latinoamérica, no dejó de trabajar hasta mayo de 1944, en que una peritonitis acabó con su vida.
Las crónicas de Chaves Nogales destacan sobre todo por su inmediatez. Contó de primera mano las cosas que pasaban en la calle; estaba donde había que estar, en los acontecimientos políticos, en los homenajes literarios; era citado, admirado y seguido por una legión de lectores y de repente, terminada la Guerra Civil, se lo tragó la tierra y ni siquiera era recordado como un exiliado famoso. Tal vez este hecho se deba a que era una voz libre, comprometida con la democracia y consigo mismo.
Sin embargo, su espectro ha sido rescatado por la memoria histórica y hoy es reconsiderado como uno de los grandes. Primero fue María Isabel Cintas en 1993 con su tesis doctoral, y más tarde Andrés Trapiello en su obra Las armas y las letras, los que alumbraron la figura de Manuel Chaves Nogales, otorgándole gran honor, alabando su natural estilo narrativo, imbuido de fina ironía y con sapiencia en la mirada, ya que contó con claridad y pasión lo que contemplaba, sin responder a patrón de dogmas.
Chaves Nogales alcanzó recientemente el primer plano en la Feria del Libro de Sevilla 2012, así como con el documental El hombre que estaba allí (2013), de Daniel Suberviola y Luis Felipe Torrente.

Pero, ¿hay justicia en un reconocimiento que llega setenta años después de su muerte?










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